En el centro de Beijing, el dorado Palacio Imperial reverbera bajo el sol, muy bien defendido por espléndidas atalayas en cada esquina, las altas murallas y los anchos canales que lo circundan.
Fue éste el palacio de las dinastías Ming y Qing. Desde 1420, en que se concluyó su construcción – y a lo largo de cerca de 500 años hasta la caída de la dinastía Qing en 1911–, veinticuatro emperadores residían y ejercieron desde aquí supremo poder.
Se llamaba también “Ciudad Prohibida". Fue Zhu Di, segundo emperador de la dinastía Ming, quien ordenó su edificación. La obra se empezó en el cuarto año de su reinado y duró 14 años.
Es fácil que uno se pierda en los incontables pabellones y edificios del palacio. Dicen que hay en total 9 999,5 habitaciones. Creían los antiguos que el Dios del Cielo moraba en un palacio de 10 mil habitaciones. Aun cuando Hijos del Cielo, no debían sobrepasar este número. A causa de las estructuras de madera, en su mayor parte, muchas edificaciones han sufrido –alternativamente–incendios y restauraciones. No obstante, el Palacio Imperial conserva aún más o menos sus dimensiones originales, Con unas nueve mil habitaciones, es el mayor y mejor conservado conjunto arquitectónico del mundo.
Es inimaginable el costo que significó su construcción. Según registros históricos: cien mil artesanos y un millón de hombres realizaron trabajos forzados. Los materiales eran traidos de diversas partes del país, y hasta de las provincias de Guangdong y Yunnan, a más de mil kilómetros de distancia.
El bajorrelieve detrás del Palacio Baohe, tallado en un bloque de mármol blanco de cerca de trescientas tons, procede de una cantera a 50 km de Beijing, y explotada a centenares de metros bajo tierra. Para transportar aquel pesado mármol, ya entrado el invierno, los trabajadores excababan pozos a cada quinientos metros, sacaban agua y regaban sobre el camino, para arrastrarlo sobre el hielo. Se utilzaron, dicen, más de mil caballos que tardaron 28 días en llegar a su destino.
Podemos imaginar por ello cuantos trabajos ha costado a lo largo de todo el proceso de su construcción. Según un autor, el costo de la Ciudad Prohibida es comparable al de una metrópolis moderna. Si no hubiera sido el nuestro un imperio de tan vasto territorio y tan numerosa población, no habría sido capaz de concluirla.
Está dividida en dos partes: la Corte Exterior al sur y la Corte Interior al norte. Dominan, en la primera, los palacios de Taihe, Zhonghe y Baohe, donde se celebraba las ceremonias estatales y las entrevistas del emperador con los cortesanos. En la Corte Interior, los emperadores trataban los asuntos políticos ordinarios. Los tres palacios centrales –Qianqing, Jiaotai y Kunning, ofrecían albergues a emperadores y emperatrices; y los laterales, a las concubinas.
La Ciudad Prohibida heredó y desarrolló los tradicionales sistemas arquitectónicos. Refleja en todos los detalles el supremo poder imperial y la severidad de las jerarquías. Desde la puerta meridional del antiguo Beijing hasta la alcoba oficial del emperador, se cumple la estricta Norma de Nueve Puertas. Con los angostos y largos pasillos entre las puertas, el Palacio Imperial parece imposible de ser recorrido y conocido en su totalidad.
Las edificaciones se alínean en el eje Norte Sur de la Ciudad Prohibida, también de la ciudad de Beijing, y en aquel entonces el meridiano central de toda China, y se despliegan simétricamente a ambos lados. Las principales construcciones, como los palacios Taihe, Zhonghe, Baohe y Qianqing, destacan sobre este eje para mostrar su indiscutible posición central en todo el Imperio.
El Palacio Taihe – de 35,5 m de alto-, era en Beijing la construcción más alta durante las dinastías Ming y Qing, el símbolo de la supremacía del poder imperial. Se realizaba aquí importantes actos y ceremonias, como las bodas imperiales, la concesión del título a la emperatriz y los exámenes de la corte.
Cada nuevo año, en los solsticios de invierno, o en el cumpleaños de los emperadores, éstos recibían aquí las felicitaciones de los cortesanos y funcionarios y les ofrecían banquetes. Algunos registros describen la escena de las ceremonias: A la madrugada, la guardia de honor lista a lo largo de 500 m – desde la Puerta Wumen hasta la plaza de 30 mil m2 delante del palacio estaba llena de cortesanos y funcionarios prosternados reverentemente.
De pronto, campanadas y tamborileos rompían tal quietud, lo que significaba que el “hijo del Cielo" había salido de la Corte Interior, En seguida, sonaba la música y en trípodes, tortugas y grullas de bronce se encendía sándalos y ramas de pino. Cuando el emperador llegaba al palacio y subía lentamente al trono de oro, todos los demás debían hacer tres veces la suprema reverencia – de pie, se arrodillaban otra vez y tocaban tres veces el suelo con la cabeza- y gritaban: “Viva Su Majestad!"
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